martes, 17 de junio de 2008

Duelo por el Pecado de Juárez

Después de que la iglesia confiese y se arrepienta por sus pecados, debe confesar los pecados de su ciudad. Como juarenses y mexicanos podemos identificarnos con los pecados de nuestros conciudadanos. Si Dios emite un juicio contra México, los Cristianos mexicanos podemos interceder por nuestros compatriotas. Pero, debemos hacerlo reconociendo que como Nación y ciudad hemos ofendido a Dios. Es mucho el pecado del que somos culpables los mexicanos. Es mucho el pecado de nuestra ciudad que agravia profundamente a nuestro santo Dios. Veamos cuidadosamente la oración de Daniel:

Daniel 9:3 Volví mi rostro a Dios el Señor para buscarle en oración y súplicas, en ayuno, cilicio y ceniza. 4 Y oré al SEÑOR mi Dios e hice confesión y dije: Ay, Señor, el Dios grande y temible, que guarda el pacto y la misericordia para los que le aman y guardan sus mandamientos ,5hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho lo malo, nos hemos rebelado y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas. 6 No hemos escuchado a tus siervos los profetas que hablaron en tu nombre a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra. 7 Tuya es la justicia, oh Señor, y nuestra la vergüenza en el rostro, como sucede hoy a los hombres de Judá, a los habitantes de Jerusalén y a todo Israel, a los que están cerca y a los que están lejos en todos los países adonde los has echado, a causa de las infidelidades que cometieron contra ti. 8 Oh SEÑOR, nuestra es la vergüenza del rostro, y de nuestros reyes, de nuestros príncipes y de nuestros padres, porque hemos pecado contra ti. 9 Al Señor nuestro Dios pertenece la compasión y el perdón, porque nos hemos rebelado contra Él, 10 y no hemos obedecido la voz del SEÑOR nuestro Dios para andar en sus enseñanzas, que Él puso delante de nosotros por medio de sus siervos los profetas.

Daniel ora en duelo y hace confesión de los pecados de su pueblo, de sus gobernantes, de sus padres, y de todos los pueblos de la tierra, de los que están cerca y de los que están lejos. Su confesión es amplia porque el juicio de Dios había sido severo. Su corazón es reconocer los pecados aún de aquellos que estaban lejos de Jerusalén. Dios había sido ofendido y Daniel demuestra un gran celo en reconocer esa ofensa. Nosotros debemos tener ese mismo celo por la santidad de nuestro Dios.

¿Acaso no ofende a Dios la proliferación de antros de vicio, prostíbulos y moteles de paso? ¿Acaso no le ofende que algunos de esos establecimientos pertenecen a hombres de posición social que deberían ser líderes de nuestra comunidad? ¿Acaso no ofende a nuestro Dios que haya un desacato general de la ley y que prolifere el robo, la extorsión y el fraude? ¿Acaso no ofende a Dios la corrupción en algunos representantes de las autoridades, o en algunos empresarios voraces? ¿Y qué del abuso y la violencia en el hogar? ¿Y qué de la violencia sexual y la pornografía hasta en los periódicos? ¿Y qué de la falta de temor de Dios y la idolatría que hace ídolos hasta de artistas inmorales? Todo esto ofende gravemente a nuestro Dios. Creo que es tiempo que nos ofenda y duela también a toda la iglesia.

Pero la oración de Daniel no se limita solo a confesión, sino a una petición de misericordia y perdón. Reconoce que la vergüenza por sus pecados les pertenece. Esto es, se sabe merecedor del castigo justo de Dios. Pero también dice que al señor le pertenece la compasión y el perdón. Mas adelante lo repite con más claridad:

Daniel 9:17 Y ahora, Dios nuestro, escucha la oración de tu siervo y sus súplicas, y haz resplandecer tu rostro sobre tu santuario desolado, por amor de ti mismo, oh Señor. 18 Inclina tu oído, Dios mío, y escucha. Abre tus ojos y mira nuestras desolaciones y la ciudad sobre la cual se invoca tu nombre; pues no es por nuestros propios méritos que presentamos nuestras súplicas delante de ti, sino por tu gran compasión. 19 ¡Oh Señor, escucha! ¡Señor, perdona! ¡Señor, atiende y actúa! ¡No tardes, por amor de ti mismo, Dios mío! Porque tu nombre se invoca sobre tu ciudad y sobre tu pueblo.

Sólo a Dios le pertenece el tener compasión de un pueblo culpable. No le pide misericordia porque se lo merezcan, sino porque está apelando solo a la compasión de Dios. Está apelando al amor que Dios mismo tiene por su nombre, y su nombre es “Clemente y Compasivo”. Nosotros podemos entonces clamar a Dios confesando los pecados de nuestra ciudad y pedirle ¡Oh Señor, escucha! ¡Señor, perdona! ¡Señor, atiende y actúa! ¡No tardes, por amor de ti mismo, Dios mío! ¡Ten compasión de un pueblo que no te busca! ¡Ten misericordia de una ciudad que te ha ofendido grandemente! Cd. Juárez no merece tu compasión, pero te pedimos que tú que eres un Dios de infinita misericordia actúes conforme a eso y extiendas bondad a una ciudad que te ha ofendido tanto durante tanto tiempo.

¿Nos escuchará nuestro Señor? ¿Atenderá nuestro clamor? Nuestra esperanza está bien fundamentada. Pues si tuvo misericordia de nosotros que también éramos grandes pecadores, puede tener misericordia de un Cd. Juárez pecador.

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